Sé que, dado mi carácter poco afable y contemporizador, muchos de ustedes esperan una dura invectiva contra la navidad, sus valores y todo aquello que representa. Otros, se preguntaran algo así como "a ver con que nos va a salir este ahora". Finalmente, los que más, supondrán hasta el final que este post nunca iba a publicarse. Por último, Raimon, aun con la evidencia ante sus ojos, negara cerrilmente la existencia del post que dedico a las buenas gentes del Palacete en estas entrañables fechas. Posteriormente intentara desacreditarme atribuyendo su autoría a un negro o refutando mediante peregrinos montajes fotográficos cualquiera de las verdades que desgranará del texto. No le hagan caso. Es un pobre diablo (con mas cuernos que cola) al que, especialmente en estas fechas de paz y concordia, hay que hacerle mucho menos caso del que reclama.
Como me debo a mi público y al promotor que me paga (no olviden que esto es un negocio. Le damos a la gente lo que quiere, y esa gente, zafia y paleta, gusta del sensacionalismo, el conflicto, el impacto y la víscera. En alguna ocasión he intentado apartarme del rol en el que el mundillo blogaire me tiene encasillado, pero, pese a la aclamación de la crítica, fue un sonado fracaso en taquilla. El mundo no está preparado, aun, para mi ligera, rápida y afilada pluma, y se contenta con los girones que voy dejando tras mis pasos de todo aquello que osa interferir en el camino qua ando con paso firme, frente alta y determinación inquebrantable. No soy quien para juzgarles. Seria altivo por mi parte decidir cuáles de los placeres mundanos son más altos que otros, y al fin y al cabo, no puedo pretender vivir del calor de la masa de espaldas a sus pulsiones. Mi manager me reconvino, pues estaba jugando con la play de sus hijos, así que, de momento, he aparcado mis ansias de libertad creativa y sigo ofreciendo la bazofia de siempre más cara que nunca. Ello me impide ahondar en planos más psicológicos, desarrollando otros aspectos del poliedro que es el alma humana, como la ternura, la desazón, el miedo o la gratitud, estímulo de grandes personajes en magnas obras. Imagínense las posibilidades: ahora podría estar deseándoles unas felices fiestas, comentar lo bonito que es ver a un niño abriendo el regalo que más espera, la ceremonia de ornar el árbol, lo sabrosa que es la comida de navidad, tanto en conversaciones como en anécdotas, o, ya en el plano personal, hablarles de lo mucho los palaceteños que significan para mí, el rinconcito de mi corazón en el que los guardo o lo mucho que deseo que tengan un buen año en el venidero. No obstante, debo ceñirme al contrato y desearles que acabe rápido, comentar lo cojonudo que es ver la cara del niño que abre el regalo y encuentra un pijama y calcetines o que mis deseos para éstas navidades son que todos los canelones que coman sean como los de Pepe…)*, ahí va el exabrupto:
LA NAVIDAD ES UNA PUTA MIERDA
Con esto finalizo el post navideño, satisfaciendo, una vez más, a todo el mundo. Sub mi cheque, donde siempre.
*New Palacete Record: El paréntesis más largo de Palacete.
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