La botigueta de l'Alex

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Sara Carbonero, Musa Oficial

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lunes, octubre 23, 2006

Episode III, by Raimon

EPISODE III: LAS SOBRAS COMPLETAS DE GAYMON


Se me hacía tarde. Agazapado tras el ñu, había contemplado con estupefacción la escena de Subcommander y Fórceps, que entre peta y peta y J&B y J&B se dedicaban, como juego presexual, a tocarle las nalgas a Rummi o a tirarle de los pelillos de su parrús mal rasurado.

- Este Rummi como spárring es divino - eyaculó Sub.
- Y qué lo digas! Me pone de un brutote que me tiraría hasta una tía.

Decidí dejarlos ahí, percutiéndose el uno al otro en un festival homo. Fórceps cabalgaba con fruición, y sus nalgas se movían a un ritmo conejil, bestial, primario. Al rato ya se habían intercambiado los papeles, y ahora era Sub quien de forma más pausada paladeaba con un gozo indescriptible cada hoyo en uno, gritando Vivas a Fidel, a la Revolución y a Mourinho, mientras agarraba al macho por los cuernos y le azotaba el costillar.
Antes de marcharme de la estancia todavía pude ver cómo Antonimus y Oscarini, avizores pero ocultos tras una efigie de la Virgen Penélope, se la pelaban a destajo como adolescentes mientras gemían libidinosamente y se mordían el labio hasta sangrar. Eldeu y Salanova estaban sentados en el sofá observando a la pareja de sodomitas, tomando notas, babeando y aplaudiendo a rabiar cada suerte de capote y de banderillas. ‘Esto de los toros será ordinario y salvaje, - pensaba Eldeu - ¡pero tiene un componente estético innegable! Qué gran corrida… Estos sí que no tienen problemas para embocar. Yo, en cambio, no le meto un gol al arcoiris. Y encima mi novio en Inglaterra… Buahhhhhhh’.

(Mientras tanto, a 6.000 km de allí, Sonsoles Fórceps e Imelda Subcommander se fundían las VISAs Oro de sus maridos con la tranquilidad de tenerlos entretenidos…).
Cuando abandoné la sala, el olor era, amén de excrementicio, nauseabundo, sabido es que las lefadas nunca han hecho buen maridaje con el alcohol, el cánnabis y el sudor masculino.

Me miré el escroto y vi que faltaban 3 minutos para las 12 de la tarde, tiempo suficiente como para coger el puente aéreo y aterrizar en la Biblioteca del Palacete antes de la 2. Al llegar a los mostradores de facturación, tras leer detenidamente no menos de 5000 carteles de Prohibido Fumar, vi una cola de yayas haciendo el check-in para el vuelo hacia Tsunami Springs. Ahí la azafata Penélope tuvo buenos reflejos, porque tras guiñarme la nariz abrió un nuevo mostrador para mi vuelo y llamó a mi nombre por minifonía.

- ¡Hostia Raimon, casi ni te reconozco con lo guapo que estás! ¿Cuánto te ha costado ese Photoshop que te han hecho en la cara?
- Gastos de representación… ahora trabajo para el Capitán – aclaré.
- Y debes haber perdido unos 200 kg últimamente…
- 300, para ser inexacto. Pero dime, Pe, ¿cómo está mi vuelo? – espeté (de Can Tarradellas).
- Lleva un retraso de 15 minutos.
- ¡Leche! ¿Y por qué?
- Tenemos todas las operaciones detenidas a la espera de un vuelo improcedente de Madrid… Pero alégrate, tu avión va prácticamente vacío en la cabina.
- ¿Cómo en la cabina?
- Sí, el Capitán nos ha hecho embarcar a 250 instaladores de Timofónica en la bodega, cuyas compuertas se abrirán cuando sobrevoléis el lago Fortea.
- ¡Perfecto!
- Te he puesto en el 14 A para que puedas disfrutar del espectáculo desde el mejor ángulo.
- Gracias Pe, que haría sin ti…
- Ah! Está prohibido fumar, Raimon.¿Ah sí?
A los 15 minutos, como había dicho Pe, se anunció el embarque de mi vuelo. Entré y me senté en mi butaca. Éramos pocos.

- Les habla el Cmndante Joan CG. El vuelo de hoy drará tr…inco mntos, a un vlcidad de hcdgf…mil ki…tros y una altura de vent…mil pieses. Recuerden que está prohibido fumar.

A continuación apareció Makilisto en el pasillo efectuando el gag de las salidas, las mascarillas de oxígeno, los cinturones y los chalecos salvavidas con todo tipo de gestos y miradas cómplices: fue un momento gay inenarrable. Poco después el avión despegaba plácidamente.

Fue un vuelo tranquilo, y como tenía sueño, me permití echar una cabezadita (concretamente la del pasajero de la última fila; todavía tatareaba el ‘Amo a Laura’ el muy imbécil cuando expulsé su cráneo por la única ventana practicable). Al tiempo irrumpieron Rambla y Rocco, con medias rojas, desfilando con el carrito de la comida.

- ¿Qué le apetece para comer, señor? – preguntó Rambla.
- Traedme unos sesos de Montilla, pôelés.
- Sólo tenemos sesos de Acebes, señor.
- ¡Coño, así me moriré de hambre!
- ¿Y para beber?
- Uhmm, tomaré un Van Nistelrooy del 2002.
- Si me permite, señor, ese año hubo mucha escarcha en la viña… - intervino Rocco de forma impertinente.
- Lo sé, el Manchester le metió 7 al Leeds.
- Bueno, iré a ver si nos queda alguna botella en la bodega.
- ¡No! – exclamé a tiempo -. Será mejor que no bajes. Deja, pasaré con una botella de Boadella Marfil. ¡Ah!, y unas Shocks, por supuesto.
- Perfecto – concluyó Rambla -. Por cierto, no está permitido fumar, señor.
- ¿Ah no?

Mientras devanaba los sesos de Acebes y me metía la tercera magnum de Boadella, el Comandante Joan CG anunció algo por megafonía: ‘A cnti...ón abr…mos las cmprtas de la bod..ga. Observn a stribor. Y recuerden que no está permitido fumar’. Y empezó la ceremonia eutanásica, repugnante si quieren, pero necesaria.

La visión de los 250 cuerpos precipitándose al vacío fue sencillamente colosal. Y mientras me metía el dedo en la nariz y escupía la picadura de tabaco (la mujer de delante, al ver que era tabaco, empezó a toser histéricamente), no pude evitar el despedir a esos pobrecillos con un ‘¡y sin cables, cabrones, como la mierda de módem que me instalásteis el año pasado y todavía estoy esperando a que funcione!’.

La aproximación me deparó un espectáculo precioso. El sol empezaba a ocultarse tras el horizonte y desprendía una luz rojiza intensa que convertía a los majestuosos jardines de palacio en un mariposeo de tonos ocres y pardos. Y a medida que el avión se acercaba a tierra pude ver con sorprendente nitidez las figuras divertidas de millares de zarzaputillas y vírgenes desnudas danzando en medio de ese páramo floral cruzado por ríos de semen. A lo lejos, retumbaban los cañonazos: los escuadrones de Chiringuis y Celofanes llevaban a cabo inquietantes maniobras…

Finalmente, el Antonov aterrizó sin problemas en la pista 3 del ala oeste del Palacete. Encendí el GPS y pulsé las coordenadas que me había dado Fórceps esa misma mañana. Tras sortear la Biblioteca y la Sala de las Guillotinas, entré en un laberinto de pasillos y más pasillos, decorados con trampantojos de Bañeres y Cherinola y con estanterías que contenían vasijas de cristal con los cerebros en formol de Rothschild, Morgan, Wilson, Churchill, y de todos los prohombres que habían puesto las semillas de nuestra gran civilización.
Finalmente, tras dejar atrás el Monumento Hemoal y el Memorial a la Segunda Orejuda, pude llegar a mi objetivo: la antesala del Despacho ovular.

Di dos golpes de glande a la puerta, y cuál no fue mi sorpresa cuando vi que quien me abría no era otro que Parado, enfundado en un majestuoso traje de portero de hotel y con una sonrisa de ceja a ceja: ‘El jefe me ha encontrado este trabajo tan cojonudo, Sr. Raimon’. Le abracé calurosamente, no sin dejar de levantarle el reloj y la cartera.

- Por cierto, Parado, crees que me podrá recibir? Es muy urgente, me envía el Capitán Fórceps.
- Uhm, está muy ocupado… ya le conoce usted.
- ¡Venga Parado, tutéame! ¡Cuántas veces te lo he dicho!
- Oh, eso nunca, señor…
- ¡Pues no me tutees, hostia, pero es de vital importancia que hable ahora mismo con él! Se hizo un silencio de 5 segundos, mientras Parado seguía impertérrito y con una sonrisa sardónica en toda la oreja - Por otra parte…esto os irá muy bien a tu señora y a ti para llegar a fin de mes… – añadí, mientras le metía una moneda de 5 céntimos en el bolsillo a la par que intentaba, vanamente, manosearle la huevera. ‘A éste también le han castrado’, constaté con cierta indiferencia.
- Uhmm, creo que podrá recibirle ahora mismo, señor.
- Excelente Parado, excelente!

Parado introdujo los códigos y la puerta de semental de hiena se abrió majestuosamente.

Y entonces le vi. En un primer momento me quedé sin aliento. Dentro de la sala reinaba un frenesí indescriptible cuyo centro estaba presidido por su figura fulgurante e hiperactiva: era Jordi. A pesar de la sonda naso-gástrica que le perfundía café continuamente, se movía con sorprendente agilidad cual operador de bolsa en el parket, observando al unísono más de 600 monitores de ordenador donde controlaba su miríada de blogs y seguía hasta 25 series de TV, a la vez que dictaba a sus 15.000 secretarias desnudas todo tipo de posts, comments, etc… Tal era la energía que desprendía ese ente sobrehumano que aprovisionaba de la misma a sus múltiples aparatos (iPods, PSP, discos duros, móbiles) llevándolos enchufados en su mismísimo culo. Los diálogos que mantenía, por otra parte, eran espeluznantes.

- A quina velocitat anem, Towers?
- Els arxius estan baixant a 17 terabytes/segon els últims 10 minuts. Ha disminuït sensiblement… - respondió éste con evidente congoja.
- Muny la mula, Towers, muny-la bé, recollons!!

A pesar de mis gestos Jordi parecía hipnotizado e incapaz de darse cuenta de mi presencia. Harto, decidí atestarle un bofetón estruendoso en plena cara para que reaccionara y me prestara atención.

- ¡Hostias, Raimon! Gracias por desconectarme. Llevo 17 meses sin dormir…
- Y sin ducharte, por lo que oigo…
- Cierto, una ducha me iría de piedras…
- No hay tiempo, Jordi. Tenemos que hablar de un tema gravísimo.
- ¿El Pacte Nacional per l’Educació?
- No.
- ¿La aprobación de la Ley de Bodas Gays? – volvió a inquirir, curándose en salud.
- Tampoco. Escúchame bien, Jordi, me envía el Capitán Fórceps. Esto es serio.
- Soy todo boca.
- El Capitán ha descubierto que existe un complot en palacio para asesinarle. Nos necesita.

Y Jordi cogió su móvil. Marcó los números adecuados y soltó de forma lacónica:

- Métete en el búnker, Capitán. Y no salgas ni hagas nada hasta que te avisemos.
- (al otro lado del hilo telefónico se oyó la voz lejana del Capitán) – Ahora mismo estoy en un SLK con Subcommander. Quería enseñarle los tomatales de Palacio, pero nos hemos perdido…

El semblante de Jordi reflejó de golpe la enorme gravedad de la situación.

- Jordi, tenemos que hacer algo. ¿Avisamos a la UAT de Los Ángeles? – le inquirí.
- No hay tiempo. Sólo una persona nos puede ayudar: el Mariscal Tro. ¿Sabes cómo localizarle, Rai? – me preguntó con voz queda.
- No. Vive aislado en las montañas desde hace 800 años. Sólo Rodríguez Repicó conoce su paradero exacto.
- Pongámonos en marcha, pues.

A 600 km de allí, y escondido en las caballerizas del Palacete, Aaron Z esperaba camuflado en su burka. Sus ojos reflejaban la confianza de quien se sabe con un Uzi en las manos…