A estas alturas de la película, todos sabemos que los enólogos (que no entomólogos) no se beben el vino que catan.
Lo huelen, lo paladean, lo saborean, encuentran cómo mínimo un sabor afrutado y lo escupen.
Servilleta, vaso de agua, enjuague y a por otro.
Entonces es cuando yo me pregunto: si ahora que estamos todas tan preocupadas por la operación bikini, en lugar de comernos una bolsa de lays a la vinagreta las olíeramos, las paladarearamos, las saborearamos y las escupíeramos, ¿obtendríamos la misma sensación placentera? ¿O tal vez hasta que el estómago no envía al cerebro la señal de que está saciado estaríamos oliendo, paladeando, saboreando y escupiendo hasta pasado mañana sin que cesen las ganas de hacerlo?
Entomólogo bebiendo vino cerca de una central nuclear
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