Tro se despertó sobresaltado.
Había mojado la cama otra vez.
"Qué pesadilla tan extraña" -pensó, aturdido.
De entre sus harapos empezó a sobresalir su picha, a la par que tras el monte Kual-Bharathi empezaba a despuntar el sol tailandés, que es otro.

Trompera matinera
Se incorporó, miró su reloj de sol. Estaba parado.
"Parado" -pensó - "he soñado algo sobre un tal Parado, un palacio y no sé que guarradas. Tengo que dejar de leer pergaminos porno".
Se puso el chal ese naranja y salió al pasillo, ahora bien alumbrado por ese sol tailandés. Se cruzó con un par de Shao-Lins de esos que regresaban de sus plegarias en el bosque. Les atizó una patada a cada uno y enfiló hacia el comedor.
Se zampó unos caracoles con nata y 16 croissanes. Les vino un cuesco de esos matinales que no se molestó en intentar barricar.
Un "flop" sonoro pero sordo retumbó en el comedor, y a rueda una bola de hedor que noqueó a 11 de los 14 yoguis en el comedor en ese momento.

Ventrosidad
Salió al patió y se puso a hacer Tai-Chi, desmotivado, durante unos 20 segundos.
Se metió la mano bajo el chal, se agarró la huevera, se olió la mano y se dirigió a una mesa con tres chinitos disfrazados de monjes budistas que jugaban a Monopoly.
De una pedrada acostó a uno.
Le apartó con el pie, recogió la silla y se sentó en ella.
-Chi-Chong no juega más, sigo por él. ¿A quien le toca, tarados?¿A mí, no?
-Lanzó los dados. 3 y 1. 4. A la cárcel. Uno de los monjes le miró, y Tro le pegó un tiro en la rodilla.
-Cinco -dijo- tres y uno, cinco. Avenida Mao-Tse-Tsung, compro, meto 9 hoteles y por el culo te la hinco, Chu-Hang-Chosé.
Piiii-piiiii-piiii.
El detector de metales de la entrada saltó.

Detectror de metales de última generación
Tro levantó la cabeza.
Eran dos tios con aspecto de Barcelonistas.
Tro se dijo a sí mismo: "Hostia, esto lo he soñado"...
Había mojado la cama otra vez.
"Qué pesadilla tan extraña" -pensó, aturdido.
De entre sus harapos empezó a sobresalir su picha, a la par que tras el monte Kual-Bharathi empezaba a despuntar el sol tailandés, que es otro.

Se incorporó, miró su reloj de sol. Estaba parado.
"Parado" -pensó - "he soñado algo sobre un tal Parado, un palacio y no sé que guarradas. Tengo que dejar de leer pergaminos porno".
Se puso el chal ese naranja y salió al pasillo, ahora bien alumbrado por ese sol tailandés. Se cruzó con un par de Shao-Lins de esos que regresaban de sus plegarias en el bosque. Les atizó una patada a cada uno y enfiló hacia el comedor.
Se zampó unos caracoles con nata y 16 croissanes. Les vino un cuesco de esos matinales que no se molestó en intentar barricar.
Un "flop" sonoro pero sordo retumbó en el comedor, y a rueda una bola de hedor que noqueó a 11 de los 14 yoguis en el comedor en ese momento.

Salió al patió y se puso a hacer Tai-Chi, desmotivado, durante unos 20 segundos.
Se metió la mano bajo el chal, se agarró la huevera, se olió la mano y se dirigió a una mesa con tres chinitos disfrazados de monjes budistas que jugaban a Monopoly.
De una pedrada acostó a uno.
Le apartó con el pie, recogió la silla y se sentó en ella.
-Chi-Chong no juega más, sigo por él. ¿A quien le toca, tarados?¿A mí, no?
-Lanzó los dados. 3 y 1. 4. A la cárcel. Uno de los monjes le miró, y Tro le pegó un tiro en la rodilla.
-Cinco -dijo- tres y uno, cinco. Avenida Mao-Tse-Tsung, compro, meto 9 hoteles y por el culo te la hinco, Chu-Hang-Chosé.
Piiii-piiiii-piiii.
El detector de metales de la entrada saltó.

Tro levantó la cabeza.
Eran dos tios con aspecto de Barcelonistas.
Tro se dijo a sí mismo: "Hostia, esto lo he soñado"...
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