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Palaceteños

Sara Carbonero, Musa Oficial

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sábado, diciembre 01, 2007

Falsete, by Joan CG


Pejiguera clapto/músico/otoño/sentimental para todos aquellos palaceteños que todavía creen que siempre serán jóvenes.


Claro, coges al Clapton de finales de los 60’, su estética, su ética/valores y su música, y tiene poco que ver con el Clapton de hoy. Tengo videos suyos de finales de los 60’ en los que parece el monstruo de las galletas, fumado y dándole caña a las cuerdas cosa mala, eso sí con aquella suavidad y como quien no quiere la cosa con la que se ganó aquello de slow hand.

Ahora, escribiendo esto último he recordado que poco después de muerto Franco, por TVE pasaron una breve entrevista a Paco de Lucia en la que, entre otras, le hacían la siguiente pregunta: “¿qué papel según usted juegan la mano izquierda y la derecha en el arte de tocar la guitarra?”, y él respondió con cara impasible: “Bueno, al menos para mí, la izquierda crea y construye mientras que la derecha simplemente ejecuta”. Acojonante. Se armó un cirio. Unos pocos días después los Guerrilleros de Cristo Rey le dieron de hostias en la Plaza del Callao y elevaron a Paco de Lucia a la categoría de héroe.

Pues siguiendo con Clapton, ha evolucionado como persona y como músico, como cada quisque, porque poco o mucho todo el mundo evoluciona. El Clapton de los 60’ era uno de mis referentes musicales, entre otras cosas, y música aparte, porque yo y mucha gente como yo éramos o queríamos ser de su tribu: las greñas y los Levy’s acampanados, el porro (la droga dura vino después) y el alcohol, la Fender Strato i el folleu folleu en un mundo en el que para mi entonces todo se acababa marchando a Londres a fregar platos y a ver lo que pasaba por allí fuera o acabando el Profesorado Mercantil y poniéndote corbata para entrar a trabajar en una Caja o en alguna de las pocas multinacionales que habían por aquí. Y un servidor, que ya entonces apuntaba hacia lo ecléctico, hizo las dos cosas, una detrás de la otra, y acabó encorbatado y pelicorto intentando combinar como podía los cursos en Centros de Formación de aulas luminosas, jardín, piscina y minigolf con reuniones nocturnas en oscuras catacumbas en las que gentes como Comín y Borja predicaban la buena nueva de la imparable revolución social que había de redimirnos a todos de nuestros pecados.

Ahora Clapton lleva el cabello cortito, gafitas y viste casual, bebe pinot noir, come funghi y ha ganado kilos. Yo también. Pero él le pega al blues como nunca, canta vocalizando como un teacher, graba la madre de todos los unpluggeds y tiene los santos cojones de cerrar el concierto del Live On Tour 2001 con un standard tan azucarado y clasicón como el “Over the rainbow”, y se lo hace suyo. Musicalmente hace lo que le da la gana y sus conciertos están despojados de la pompa y la parafernalia de efectos especiales que -como la crema de leche hace unos años- suelen tapar carencias. Es Clapton.

Solo hay una cosa en lo que no ha cambiado y es en este aire suyo en el escenario que tanto me gusta de observador activo, cálido y educado pero discreto, y un poco displicente con todo lo que no sea hacer bien su trabajo y vigilar que los demás lo hagan también. En más de un concierto de esos en los que actúan al mismo tiempo figuras de distinto pelaje y relumbrón he visto momentos en los que el otro teatraliza y “se va” musicalmente, y es siempre él quien hace el esfuerzo por adaptarse al payasete y reconducir la situación. Es el jefe, sí, y un músico tan creativo como genial, pero cuando hace falta también hace de secretaria con moñete.

Y claro, sigue teniéndome a sus pies porque nos hemos ido haciendo mayores al mismo tiempo. Yo nací el mismo día en que el ejército soviético entró en el campo de Auschwitz (¡glubs!) y un par de meses después nació él. Un 27 de enero también nació Mozart, ojo al dato. Más fechas históricas: Agnés nació el 23-F, el bueno, el del 81, y Anna el día en que murió Brel. Todos los días del año son históricos o aniversarios de algo más o menos histórico.

Agitada vida la de Clapton. Nació de la relación entre una chavalita inglesa de 16 años y un soldado canadiense –faltaba todavía un mes para terminar la II GM en Europa- que la dejó tirada cuando quedó embarazada y se crió con sus abuelos creyendo que eran los padres y su madre la hermana. Cuando tenía 4 ó 5 años la “hermana” se casó con un soldado canadiense –curiosa fijación- y se largó a Canadá, y creo que no la volvieron a ver jamás. Todo ese novelón lo supo Clapton cuando tenía ya unos 10 años. Después, la música, las drogas duras y mares de alcohol. Como archisabido, mucho después le pasó lo peor que a uno le puede pasar con la muerte de su hijo al caer desde un piso 50 y pico en NY.

Y ahora, la serenidad y la mirada de merluzo miope que solo alcanzan a tener los ingleses nacidos humildes y que han sabido salir adelante, como Clapton y Michael Caine.

Me gustaría charlar con él de todo eso un día cenando funghi y foie, con un Viñas de Gain.

Aquí van dos videos, uno de Judy Garland y otro con el citado cierre del concierto de Clapton. Tienen en común la misma canción, el “Over the Rainbow” que ella hizo célebre en la peli “El Mago de Oz” (con un rainbow en blanco y negro, gallinitas y perrito), en el 39. Sesenta y dos años entre las dos maravillas.





Billy Preston, el negrito con gafas que hace volar los pájaros por los teclados, murió el año pasado. Vamos cayendo.

If happy little bluebirds fly beyond the rainbow, why then, oh why, can't I?

La Garland fue una niña prodigio del cine americano, nacida en los 20’ y muerta en los 60’ después de parir a Liza Minnelli, estar metida en drogas –siempre las jodidas drogas por todas partes- e intentar suicidarse varias veces. Madre e hija siempre me han parecido unas chicas así como desvalidas.

La vida puede ser dura para casi todos pero tenemos la suerte de que es cosa de solo cuatro otoños. Mientras podamos no demos cuartel a la vida y disfrutémoslos. La Font de la Moixina la tenemos ahí al lado.




Haw-haw-haw.