Los jueves, como no, se come paella en Palacete. Con mucho azafrán y poca cigala, pero paella al fin y al cabo. (Aunque algunos crean que es arroz a banda y arramblen con todo, engullendo las gambas sin pelar y los mejillones, almejas y moluscos bivalvos varios con concha y todo. Si es que ven una concha y se pierden...)
Luego por la tarde, después del carajillo, hay clases de seguridad vial y conducción. Asisten a ellas lógicamente Penélope, Morgana y Patty, y Mono cuando sus obligaciones de anfitriona se lo permiten. Bien o mal, todas conducen: Pe el autocar de los niños; Mo su escoba Nimbus 2000 Potter Edition; Patty un Ford Jalapeño abandonado en medio del campo por Kissinger tras su rocambolesca huida del país; y Mono un VW Golf Acordeón convenientemente tuneado y repetidamente puesto a prueba por su marido a fuerza de espachurrarlo contra los obstáculos más diversos.
Como nadie en el Palacete tiene autoridad moral para enseñar a conducir, y siendo Fórceps un entusiasta seguidor de las teorías de externalización, las clases se han subcontratado a un mozalbete que al terminar hace horas extras en los aposentos de las damas. Así pues, una vez apurado el chupito de orujo y dada una última calada al Rosli se dirigen todas al cuarto de juegos del sátrapa, un cuchitril maloliente con el espacio justo para alojar una Play, un cenicero y media docena de latas de cerveza; en el dintel de la puerta hay un cartel burdamente pintado que reza "Woman at the wheel, is constant peril". Allí se hacinan ellas cada jueves, con sus mejores trapitos y pintadas como indios Sioux para impresionar al imberbe semental, perdón, profesor. Cada una con su joystick: nada de gamepad, un joystick largo y grueso que manosean con fruición durante las dos horas que dura la partida de GTA San Andreas.
No hay apuntes ni lecciones magistrales susceptibles de darles dolor de cabeza; tampoco se les puede pedir que sigan mínimamente el hilo del juego; simplemente atropellar y atropellar mientras el profesor les mira el escote. De vez en cuando hacen una pausa y el profesor aprovecha para recordarles las reglas básicas a seguir para ser un típico conductor medio: acelerar al ver el semáforo cambiar a ámbar; no poner nunca los intermitentes al ir a cambiar de carril o girar; aparcar indiscriminadamente en pasos de cebra; saltarse los "ceda el paso"; hacer sonar el cláxon a la mínima oportunidad; hablar por el móvil mientras conducen; y por encima de todo ocupar el carril central de la autopista sin abandonarlo jamás. Ellas disfrutan aprendiendo (poco) mientras juegan; el profesor se gana unos eurillos para tabaco; y Fórceps se lo desgrava en su declaración.
Los últimos jueves de mes las clases son prácticas: escogen el coche que tenga más gasolina y, turnándose al volante, salen a dar vueltas por las calles de los alrededores del Palacete. Avisados quedáis.
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