La botigueta de l'Alex

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Sara Carbonero, Musa Oficial

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domingo, noviembre 26, 2006

Episode VVI, by Jordi Valle-Inclán

Sangre, Sudor y... ¿Lágrimas?
...o cómo la 'Operación Libertaz' acabó convertida en 'Operación Fracaso Total'
La neblina en el callejón hacía que la temperatura descendiera unos grados más y convertía la noche de Valdivostok en lo más parecido a una cámara frigorífica que Raimon hubiera conocido jamás. Los ecos de sus pisadas despertaban reverberaciones que le llegaban al oído desde todas partes. A estas alturas ya no sabía si lo estaban siguiendo o si realmente no era más que el eco, pero Rai, curtido en cien mil batallas y el único macho humano capaz de dar a luz al hijo de otro hombre y conseguir educarlo (siempre desde la sombra) para que se convirtiera en una reputada estrella del balompié, decidó ignorar esa posibilidad pues se hallaba ya bastante cansado y no creía que nadie supiera que en esos instantes se encontraba en estas latitudes. Al llegar al muro de piedra se detuvo, sacó el martillo que llevaba en el bolsillo izquierdo de la gabardina y le arreó un mamporro a la pared de mucho cuidado. No lo consiguió a la primera, pero tras un par de golpes más pudo al fin abrir un pequeño agujero. No muy grande, ciertamente, pero sí lo suficiente como para introducir su rifle de mira telescópica por él. Así lo hizo, no sin antes colocar un par de cajas de madera que alguien había dejado abandonadas allí mismo como apoyadero para sus rodillas. Una vez en posición, activó el intercomunicador:
-Pajarraco azul en posición.
-Ya era hora, mamonazo, con el ruido que has hecho se habrán enterado hasta en China --respondió secamente una voz al otro lado del aparato.
-Venga, cariño, no te pongas así que ya sabes que no me quejo cuando te tiras pedos en el sofá, y esos no sólo son ruidosos, sinó que encima huelen --¡ah, ese Oscarini, siempre tan quejica! Sin embargo, lo quería mucho a pesar de todo, no en vano se trataba del padre de su criatura. Por un instante, sus pensamientos derivaron hacia el retoño: ¿qué debía estar haciendo en estos precisos instantes? ¿Golear al Gratallops en la final de la Copa Cabana? ¡Sí señor! Ese era su chico...
-Ustedes dos, déjense de ñoñerías y estén atentos, que el paquete está a punto de llegar --ése era el vozarrón del subnormal de Jordi, otro fracasado que se creía que por tener un blog ya era alguien en la vida. ¿Quién cojones había decidido que semejante mequetrefe se encargara de la operación? ¡Ah sí!, él mismo, después de haber argumentado que había visto ese mismo plan en un viejo episodio de la serie "Misión: Imposible" original, que se estaba bajando ahora mismo de la mula. ¿Qué clase de imbécil se tira horas viendo una serie de hace cuarenta años?
-Pájarraco azul, manténgase en posición. Pajarraco blanco --ése era Oscarini--, ¿cómo llevamos el operativo?-De puta madre, oiga, ya me he zampado dos bocatas de calamares bien regados con unos tomates de la huerta del parado, y me dispongo a zamparme un jamoncito de cojones que me he traído desde Burgos y...
-¡Éstupido! ¡No diga nombres! ¿Acaso no sabe que este canal puede estar intervenido? La huerta del PAJARRACO PERIQUITO, recuerde.
-Er... este... sí, mein Herr...
-¡¡¡Y no me refería a esta clase de operativo, panda de glotones descerebrados!!!
-¿Yo, glotón? Pues anda que las diecisiete Panteras Rosas que se ha zampado el Antonimus aquí al lado en menos de diez minutos...
-¡¡¡¡PAJARRACO ROSA, me oye, PAJARRACO ROSA!!!!
-Er... sí, el rosa, coño, que no me sale.
(silencio de unos tres segundos)
-¿¿¿¿Y EL OPERATIVO???
-¡Ah, coño, qué prisas! Sí, sí, el Ant... Pajarraco Rosa ya ha programado los ordenadores para que provoquen un cortocircuito justo cuando el paquete aterrice y se apaguen las luces de la plaza y de cuatro manzanas a la redonda.
-Bien, ¿y usted ya tiene todo en orden?
-Pues salvo el Osasuna-Betis y el Getafe-Mallorca que me han fallado los otros...
-¡¡¡Me refiero a la operación que tenemos entre manos!!!
-¡Ah! Sí, sí, estoy vigilando desde la azotea de la fábrica a ver si se acerca algún vehículo, con mis gafas sensoras de infrarrojos.
-Oiga, pazguato, ¿y por qué no da directamente las coordenadas en GPS de todas nuestras posiciones por si alguien viene a liquidarnos, que así lo tenga más facilito?
-Bueno, pues son latitud 37...
-Déjelo, déjelo... (suspiro) Siga vigilando y no encienda el intercomunicador a no ser que sea im-pres-cin-di-ble.
-Bueno, joder, vaya humos...
-Cambio y Corto
-Corto y Cierro... imbécil.
Aquello no le daba muy buena espina a Jordi. Habían vuelto a ver aparecer la luz del GPS de Fórceps anteanoche justo antes de salir del bar en el que se habían citado todos para hablar del asunto, y hubo que convencer a Subcomm de que no veía mal por causa de su estado etílico, sinó que en realidad esa luz parpadeante se encontraba ni más ni menos que en territorio ruso, en pleno puerto de Vladivostok. En unas horas organizaron los preparativos y cogieron el primer avión que salía rumbo a la costa del Mar de Japón, y una vez en tierra alquilaron un par de furgonetas para que les llevaran a su destino. ¿Y cuál era ese? Pues el propio puerto de Vladivostok, desde donde se emitía esa señal intermitente. Estudiaron el terreno durante el día anterior, y gracias a la vigilia del Reverendo Rummy, que se hizo pasar por borracho y se tumbó sobre un banco a beber vodka y a dormir la mona (realmente convincente cómo se metía ese tipo en el papel), lograron escuchar una conversación entre dos sicarios de los bajos fondos. Más o menos decían que hoy a medianoche (faltaban veinte minutos) sacarían al Capitán de su escondite y lo llevarían en presencia de su amo. Por tanto, lo único que había que hacer era quedarse quietos y esperar... Justo cuando aparecieran los esbirros con el Capitán en sus manos, el equipo se abalanzaría sobre ellos tras una hábil maniobra de distracción y les arrebatarían al rehén en un periquete, previa eliminación de los sicarios. El plan parecía perfecto. No podían fallar, pero......
pero Jordi no podía quitarse esa extraña sensación de la cabeza. Encogido en la parte trasera de la furgoneta, con Penélope a su lado limándose las uñas de los pies mientras hacía globos con el chicle y ojeaba la última edición del "HOLA" tenía el funesto presentimiento de que algo estaba yendo muy mal. Parado seguía al volante consultando los clasificados de "La Vanguardia" del domingo, trazando círculos con un boli rojo y haciendo tachones como un poseso. "Vaya birria de equipo", pensó Jordi para sus adentros, y volvió la cabeza para otear a través del empañado cristal trasero de la Berlingo (¡qué curioso, haber encontrado una Berlingo de alquiler en el quinto coño!). No se divisaba movimiento alguna en esa plazoleta desierta. Rummy seguía roncando sobre el banco, y a estas alturas ya dudaba de que no hubiera muerto congelado. La tensión podía sin embargo cortarse con un cuchillo... Jordi asió nuevamente el interfono.
-Pajarraco de los Truenos, ¿cómo va el parte?
-Despejado por completo. Las isóbaras no muestran síntomas de lluvia en por lo menos cuarenta y ocho horas, y el estado del mar es tranquilo. Podremos huir en barco si es menester --ese Mariscal, siempre tan eficaz.
-¿Cómo se ven las cosas desde su posición?
-Calma chicha aquí también. No hay movimientos por la retaguardia. Cambio y corto.
-Corto.
Alex y Towers se estaban jugando a los chinos la discografía completa del segundo mientras sus traseros se mecían al ritmo de las aguas del puerto de Vladivostok. A pesar de llevar gorro, bufanda y un abrigo que les tapaba hasta las orejas el frío les había calado hasta los huesos, y Alex notaba cómo se le entumecían los dedos de los pies. Ni siquiera el termo de café servía de ayuda en estos casos. Desde la cubierta de su pequeña embarcación divisaban a lo lejos la plazoleta donde de un momento a otro aparecería Fórceps con sus captores, y Towers confiaba en que no se demoraran en exceso. Media hora más allí sentados y se convertirían en un par de conservas de Pescanova.
-Venga, va: la siguiente por tus viejos vinilos de Milli Vanilli.
-¡No, los Manilli no, por favor! Ya te has llevado el 'Greatest Hits' de Glenn Medeiros...
-Calla y paga, Towers... Oye, ¿no te parece que deberíamos encender el intercomunicador?
-¿Para qué? ¿Para oír al pesado del Soler y sus soplapolleces de película de espías? Quita, quita... si las cosas se ponen feas ya los veremos correr hacia aquí. Lo único que debemos hacer es poner en marcha la barca y largarnos antes de que lleguen al puerto. Marrones los justos, company...
-Tienes razón. Venga ese Manilli...
Mientras, La Rambla y Salanova se entretenían poniendo cerillas bajo las uñas de un gato callejero y prendiéndolas mientras observaban como el animal pegaba brincos por toda la plaza mientras maullaba desesperadamente. Un pasatiempo como otro cualquiera. Algo había que hacer mientras esperaban... La Rambla tenía la espalda apoyada contra el lateral de la segunda Berlingo y Salanova buscaba más mininos por entre los cubos de basura de la salida sur de la plaza. En principio con su posición todos los flancos estaban cubiertos: en el norte la furgo del Pajarraco Mayor y sus dos ayudantes, en el sur ellos dos, al este Alex y Towers cubriendo el ala marina, al oeste Rai y su inseparable rifle, sobre la azotea del edificio de aduanas Oscarini y Antonimus, en el centro de la plaza Rummy y sobre la colina el Mariscal gozaba de una vista privilegiada. Subcomm se había quedado en Barna, decía no sé qué de un partido importantísimo del Gratallops que no podía perderse porque jugaba el ídolo futbolístico del momento. "Esos viciosos del balompié son incorregibles", le había dicho La Rambla a Salanova antes de que éste comenzara su ritual de tortura gatuna. Así que salvo Sub y Eldeu, que tenía también un compromiso ineludible que no había querido confesar, estaban todos ahí. Sólo había que esperar a que apareciera Fórceps, y ya faltaba poco...
Tres minutos...
Dos...
Uno...
De pronto, un ruido. Una trampilla se estaba deslizando bajo el banco del Reverendo Rummy. Él seguía roncando plácidamente y, obviamente, ni se enteró cuando tres figuras, una de ellas esposada y encapuchada, emergieron del agujero de la alcantarilla y pasaron silenciosamente a su lado. Los intercomunicadores empezaron a sonar en todas direcciones.
-¡Pajarraco azul! ¡Ahí están!
-¡Pajarraco Rosa! ¿Tienes el apagón a punto?
-¡Pajarracos marínos! ¡Estad atentos!... ¿hay alguien ahí?
-¡Pajarraco trueno! ¿Cuántos divisas!
-Sólo tres, Gran Pajarraco.
-Ostia, pues el Pajarraco Azul ya debería empezar a disparar... ¡Pajarraco azul! ¡Pajarraco azul!
Pero el Pajarraco Azul no podía contestar, más que nada porque yacía inmóvil en el suelo del callejón. Una silueta delgada se había deslizado por detrás de él hacía treinta segundos y le había asfixiado con un fino hilo de pescar. En estos momentos, la silueta se hallaba con el rifle apuntando a través del agujero, aunque no a los tres tipos de la plaza...
En la azotea, Oscarini dejó de lado el filete y las patatas y cogió los prismáticos. Acto seguido, un ruido cortó el viento a su lado y notó un impacto en el centro del pecho. Bajó la cabeza y vio una mancha de sangre que se extendía por todo el jersey. Una bala. Como las de Rai.
-Antonimuuuuuussssss....
Antes de poder reaccionar, el rubio de oro observó perplejo como el cuerpo de Oscarini se precipitaba al vacío desde el tejado de la azotea. "Coño, han sido trece pisos", pensó. "Bueno, más teca para mí solito". Justo cuando se abalanzaba sobre las sobras del filete (olvidándose, cómo no, de apagar las luces de la plaza) otra bala pasó silbando al lado de su oreja izquierda.
-¡Mierda!
Se dio la vuelta y empezó a correr. Ya estaba llegando a la puerta de la azotea cuando dos limpios balazos surgidos del rifle de Rai se estamparon en su fornida espalda. Su cuerpo inerte se desplomó de bruces y allí quedó inmóvil.
-¡Ostia, ¿qué narices está pasando?! --preguntó Jordi a Pene en el interior de la furgoneta.
-Ni idea, oye. Voy a salir fuera a ver qué veo.
-Vale, pero ándate con cuidado.
-Descuida -- a Jordi no le gustó nada la sonrisa aviesa que se dibujó en el rostro de la muchacha mientras salía de la furgoneta. A los pocos segundos se perdió en la oscuridad.
-¿Arranco? -- preguntó Parado desde la cabina.
- Bueno, como precaución...
Nada más activar el contacto, la furgoneta estalló en mil pedazos. Alguien había colocado una bomba en el motor de la Berlingo hacía un rato, probablemente la misma figura que se había cargado ya a Rai, Antonimus y Oscarini. Los dientes de Jordi fueron a parar al lado del cuerpo de Antonimus, sobre la azotea, y el píloro de Parado cayó al mar, a pocos metros de la barca en la que hacían guardia Alex y Towers.

-Collooooonsssss -- exclamó Towers.
-¿Qué ha sido eso? - preguntó Alex alarmado.
-No sé, pero alguien viene hacia aquí.

La sombra se movía sigilosamente por el muelle, y aprovechando la confusión en un santiamén se plantó en la cubierta del barco contiguo al suyo. Alex y Towers se quedaron mirando al visitante, de curvas sensuales y larga melena morena al viento. "Vaya jaca", tuvo tiempo de pensar Alex justo antes de que la mujer cogiera un arpón y lo lanzara con fuerza en su dirección. Dos pájaros de un tiro: Alex y Towers empalados por la punta del mismo arpón, cayeron por la borda y con un sonoro "chooof" se hundieron en las aguas de la bahía. La mujer saltó de nuevo al puerto y empezó a correr, en dirección al centro de la plaza.

En su particular colina, el Mariscal no daba crédito a sus ojos: el equipo estaba cayendo, uno tras otro, presa de las argucias de un fantasma que se movía como Pedro por su casa. Su teléfono móvil sonó:

-Diga.
-Aquí Joan CG. Tengo la pista que os faltaba.
-¿Qué? ¿Cómo? Oye, ahora no, esto está jodido.
- Pero es que es importante: los análisis de la chincheta encontrada en la nota de la embajada de Togo lo confirman... La chincheta es de fabricación polaca.
- ¡Dios! Eso quiere decir que...

Jamás pudo acabar la frase. En ese preciso instante el veneno que aquella sensual camarera (ahora el Mariscal sabía que no se trataba de ninguna inocente camarera) le había servido con el carajillo de la tarde hizo su efecto, tal y como ella había meticulosamente planeado, y el corazón se le paró sin más. El móvil cayó al suelo, y su cuerpo también.
- ¿Mariscal? ¿Mariscal? -- se oía la voz de Joan CG en el aparato, con un punto de desconcierto.
La Rambla y Salanova ya se hallaban en medio de la plaza, inmovilizando a los esbirros que retenían a la figura encapuchada. Un par de llaves de karate de La Rambla y el sadismo inherente a Salanova bastaron para liquidar el trabajo. No tenían ni idea de lo que estaba ocurriendo allí, pero si ése era el Capi había que liberarlo cagando leches.

-Gracias, chicos, lo habéis hecho muy bien. El señuelo ha funcionado a la perfección.

La Rambla se volvió y la vio allí de pie, los rayos de la luna rebotando sobre sus generosas curvas, sus labios sensuales esbozando un rictus seductor, el rifle de Rai en la mano y su cabello cayéndole sobre los hombros. Hacía frío pero el escote y la minifalda dejaban ver bastante carne sin asomo de piel de gallina.

- ¡¡¡Tú!!!! -- exclamó Salanova.

Y fue lo último que dijo, pues ella alzó el rifle y los liquidó a ambos con sendos balazos entre ceja y ceja. Lentamente se acercó al hombre encapuchado, que se encontraba de rodillas con las manos a la espalda, y le sacó el saco de la cabeza con suavidad, casi con dulzura.

Fórceps entrecerró los ojos. Aunque era de noche, a su vista le costó acostumbrarse a la escasa luz de la plaza, no en vano llevaba una semana retenido en un zulo oscuro a varios metros bajo tierra. Ella le acarició el pelo, le plantó un beso en la mejilla y se lo quedó mirando.

-Cariño... --consiguió decir él. No sabía qué estaba haciendo él en esa plaza con varios cadáveres a su alrededor, y mucho menos qué pintaba su esposa en esta historia.
-Te advertí que si seguías fumando en el Palacete, me iba a cabrear...
-Pero cariño, yo... --balbuceó el otrora Gran Capitán.

Ella alzó el rifle, apuntó a la cara de Fórceps, y con un suave "adiós, amor" apretó el gatillo.

Rummy se despertó de golpe en el banco.
-¿Qué coño está pasando aquí? ¿Acaso no se puede dormir tranquilo un ratito?

CF, a punto de sucumbir al ángel de la Muerte

Mientras tanto, a unos cuantos miles de kilómetros de ahí, en el estadio del Gratallops Eldeu estaba a punto de lanzar el penalty más decisivo de su carrera. Los espectadores, tanto de la afición local como de la visitante, contenían el aliento y se oía hasta el zumbido de una mosca cojonera que revoloteaba sobre el banquillo del entrenador. El árbitro pitó, Eldeu cogió carrerilla y, de pronto, ¡bang! Un ruido ensordecedor y Eldeu cayó al suelo.

Desde la tribuna, Subcomm estaba desmontando el fusil de precisión y guardándolo en la maleta que llevaba con él. Nadie de su zona había visto nada, y justo en ese momento los jugadores se acercaban al punto de penalty para saber qué había pasado. Subcomm rió y le dijo al tipo que se hallaba "dormido" a su lado: "para que luego digan que en la Legión no aprendes nada". Se levantó y desapareció por las escaleras. Una vez en el garaje, encendió su walkie-talkie: "Objetivo cumplido, Pene. ¿Cómo van las cosas por tu zona?" "Joder, la polaca se ha vuelto loca y se los ha cargado a todos", le respondió la voz de Pene con un cierto nerviosismo. "¿A todos? Vaya, el jefe estará contento", sentenció Sub.